domingo, 16 de agosto de 2015

Siempre nos dicen que la realidad es lo evidente, lo que está frente a nuestros ojos. Pero, eso no es verdad. Los ojos no ven nada, quien ve es el cerebro y el cerebro humano está lleno de laberintos y recovecos donde se esconden todas esas cosas que nos hacen ver lo que queremos, o lo que podemos ver.
Recuerdo cientos de peleas en las que no había más diferencia que la interpretación. El hecho era el mismo, y era argumento para ambas partes. ¿Cómo puede ser? Puede ser, porque la realidad no es real en el sentido positivista, es real subjetivamente. Es casi imposible ver las cosas sin asignarles sentido, estamos diseñados para asignar sentidos y significados para poder reaccionar y almacenar información que nos permitirá asignar otros significados futuros. Nadie me dio una alerta de loop infinito a tiempo.
Los recuerdos vienen a mi, entonces, según mis emociones los hayan almacenado.
Todo esto es, porque en los últimos meses, meses en los que he estado en terapia, me he dado cuenta de todos los significados que me dañan hoy en día, y de otros tantos que me son impuestos y contra los que me rebelo. No espero, por supuesto, liberarme de ellos en lo absoluto: entiendo que es la forma en la que somos humanos. Pero me enfrento a ellos y los observo con suspicacia.
Hoy discutí con Rodrigo. Más bien, él discutió conmigo.
Estuvimos toda la mañana tratando de encontrar algo que hacer para provechar el domingo y, cuando nos aprestábamos a tomar desayuno me pregunta si me parece que juegue un rato Play Station. Eso desde ya era muy confuso, sin embargo me pidió mi opinión y se la di, enumerada:
1. Íbamos a tomar desayudo, me parecía raro hacerlo mientras jugaba; y
2. Cuando él dice "un rato" suele ser toda la tarde.
Se ofendió como si le hubiera dicho que su madre era una prostituta rusa. En sus palabras, lo traté de mentiroso.
Hubiera sido fácil pedirle perdón, pero no habría sido honesto. Es verdad que se queda pegado en el Play Station, al menos desde mi ángulo. Puedo recordar muchas veces en que me molesté porque íbamos a salir a alguna parte "temprano" pero no dejaba de jugar hasta que ya no era temprano. Poco importa, en todo caso. Sigue ofendido y yo me hallo con una rara sensación de hastío.
Tengo un dolor, en mi pecho, pero no quiere tomar forma. No quiero, además, dar pie a otros significados menos favorecedores. Sólo quiero quedarme con esto, con lo que pasó, con ambos puntos de vista a secas.
Es como muchas otras veces. Cuando hablamos de fidelidad, de realidad, de bonanza, de optimismo-pesimismo.
Mejor se quedan en la trenza.