sábado, 6 de junio de 2015

Es raro como hay momentos de la vida en los que te detienes a pensar y te das cuenta de la cantidad de cosas que has olvidado. Cosas maravillosas que pensaste que siempre estarían allí, en las que pensabas todo el tiempo cuando eras más joven, las que recreabas una y otra vez en tu imaginación y pensaste que siempre te darían fuerza.

Bueno, no es así.

Me gusta almacenar recuerdos, soy una cachurera rematada, bordeando el síndrome de Diógenes mental (y no tan mental también). Pero comienzo a olvidar y no quiero.

Como cuando conocí a Rodrigo, el amor de mi vida. Es una historia graciosa porque en realidad lo conocí más de una vez, tres, para ser exacta. Fue en la tercera ocasión que pusimos atención uno en el otro y pudo nacer algo.
Las tres veces fueron en el CAJ, una oficina de servicios para jóvenes en la cual pasaba muchas, pero muchas, horas del día. Y no era la única. Allí me encontraba con mis amigos y conocidos de esos días. Es lamentable que de esas personas, no mantenga contacto con nadie. Me acuerdo de sus caras, pero no de sus nombres. Muchos de ellos habían llegado allí desde otro sitio de encuentro, en la torre de la telefónica, esa torre con forma de celular que queda en el comienzo de Providencia, en el Metro Baquedano. Telefónica Chile, se llamaba entonces la compañía que había sido CTC (Compañía de Teléfonos de Chile) y que hoy es movistar. Quizá haya cambiado de nombre para cuando tú leas esto. Esta compañía de origen español había traído el Internet recién a Chile, y para poder venderlo, puso a disposición una sala de prueba en la que pedías un turno y te prestaban un computador con acceso a la red,durante una hora. Gratis. Poco hacías con una hora de esas conexiones. Ahora todo es automático, inmediato, pero en ese entonces las fotos iban cargando línea por línea y uno esperaba, pacientemente para verla completa. Genial.
Me enteré de que el programa existía por el fan club de los Backstreet Boys. Sí, estuve no sólo en uno, sino en tres fan club de los BackstreetBoys. Unas chicas de allí que eran amigas y con las que posteriormente iniciamos un fan club propio, también de Backstreet Boys. No sé si fue la Pepa, La Roxelis o la Lina, pero una de ellas me dio el dato y fui, la primera vez con mi mamá, y luego sola, todos los días si me era posible. Pedía turno una y otra ves, y esperaba dos o tres horas si era necesario. En esa espera conoces gente, a los funcionarios del lugar y a otros que como yo, eran entusiastas de Internet y no tenían acceso a computador.
 Me acuerdo de un chico alto, que cuando lo vi por primera vez, en la torre, era gordo y vi su proceso de adelgazar y salir del closet al mismo tiempo, que terminó en el CAJ. Todos sabíamos que era gay menos él. Se preocupaba montones por su apariencia, era afeminado en su forma de moverse y hablar, pero se ofendía si preguntabas. Comenzó a hacer ejercicio, se cambió el color de pelo, empezó a usar ropa ajustada. Todo eso se veía "tecno", es decir, le gustaba la música electrónica y seguía esa tendencia también en la moda, pero luego vino el delineador... la base de maquillaje... preguntabas y el se ofendía y al otro día llegaba con una bufanda fucsia... no podías no preguntar.
Tú que lees hoy pensarás "pero qué más da, nadie es gay por eso" pero cuando yo era adolescente ser gay no era moda, era algo vergonzoso, aun oculto y castigado. Supongo que por eso él seguía negando lo evidente. No era muy simpático, y estaba siempre a la defensiva, pero cuando no hay nadie más y tienes que hacer hora... todo sirve.
Pero ese no es el punto. Internet fue generando más interés y cada vez llegaba más gente. Cada vez los turnos eran menos, y ya no valía la pena esperar. La gente dejó de venir. Yo también. Había empezado a pololear con Javier, a quien conocí allí, así que ya no era necesario ir cada día.
Javier. No conté como conocí a Javier, no puedo salir de Telefónica sin contarlo. 

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